viernes, 15 de febrero de 2013

HAY UN MANZANO JUNTO A MI CASA DE MADERA




Hay un manzano junto a mi casa de madera. Yo elegí mi lugar de nacimiento. No me equivoqué. Fui atraída por el olor de la extenuante fatiga padecida por mi género.
Nací en un hermoso país, donde todos los años hay miles de primaveras y donde las flores mas bellas se nos presentan espinosas. 
Confusos brotes de colores que inalcanzables muros trepan.
Las alturas conceden un ficticio sentimiento de grandiosidad que consterna y empequeñece a las más humildes procedencias. Castas bajas, laberínticos espacios de calles perfumadas por el olor a humanidad perpetua, desordenada y extirpada de los placeres y deseos.
Mujeres con descoloridas esperanzas y coloreadas ropas, como si desearan raptar los pigmentos e impregnar de ellos sus fantasmas, emanan virginales pólenes, que atraen a feroces costumbres a germinarlos.
 No espera, pronto florece la primavera y, jóvenes brotes son plantados en las miserables manos de los que les impusieron, para no amarlos ni desearlos.  Todo es despuntar, florecer, germinar y parir y otra nueva primavera.
Nacerán otras flores, que correrán el mismo karma, y enganchados a su más profundo dogma, pasaran por rápidos cambios de estaciones.
 No hay edades, no hay atención, no hay honra.
Hay desconsideración, maltrato y desprecio. 
Hay sumisión y acatamiento a los mandatos de la inmoralidad y el atropello de aquellos que desprecian a su propia prole impulsados por la demencia del orden de los credos.
Descendencias nuevamente regaladas a la próxima primavera  y perdidas al alba en los brazos decrépitos del desorden. 
No habrá valor, ni coste, ni importe, ni cotización, ni tasación, solo servidumbre, dependencia, sujeción , esclavitud y sumisión.
Género impuesto indigno y rebajado al  resto de su linaje. 
No hay visibilidad, ni febril mañana, sólo quedará la flor marchita que se tronchará tras el desasosiego doliente de su vejez inmunda y corrompida por la sumisión incansable.
Pero ya no se debe, no se puede consentir el desprecio y la miseria de los que, en el clamor de su género, asaltan para desposeer el deseo de superación de las  mujeres decididas y emprendedoras.
Seres cobardes que destruyen lo que podrá encumbrarlos. Carroñeros del miedo putrefacto deshumanizado y cruel, que descubre el incompetente e incapaz sentido  de la indignidad y la deshonra, para ocultar, someter y pisotear al alba de aquella mujer que haga peligrar su superioridad y dominio.
Me llamo Jyoti Singh Pandey y hay un manzano junto a mi casa de madera. Yo elegí mi lugar de nacimiento. No me equivoqué. Fui atraída por el olor de la extenuante fatiga padecida por mi género.
Nací en un hermoso país, donde todos los años hay miles de primaveras,flores con la savia del coraje. No he sido la única que ha perdido la vida en manos de la ceguera cobardía de la inseguridad de los salvajes. Era estudiante de fisioterapia y fallecí en el hospital de Singapur pocos días después de sufrir una brutal violación a manos de seis hombres mientras me encontraba en un autobús.
Mi muerte no se puede justificar en mi valentía, ni en mi insensatez por ser una estudiante universitaria y albergar el deseo de ser una futura profesional.
Yo también nací en primavera, y decidí romper el orden de la naturaleza, nací y florecí con la esperanza de germinar bajo el abono y la luz del deseo de progreso, igualdad e inteligencia, cuestionada por el febril mosaico del extremismo y la violenta calaña de los inseguros.
Mi muerte sólo tuvo un motivo: ¡ la cobardía de los criminales y homicidas, deshumanizados y genocidas!.
Debemos luchar para que las flores sigan creciendo libres y llenas de coraje, agallas y osadía, eso ayudará a escalar los muros más altos y anular la opresión cobarde desde las alturas.

No somos culpables de nada, pero si responsables de claudicar o estimular una lucha de inconformismo y superar el duelo por el desafío de convertir el mundo, nuestro mundo  un espacio sin desigualdades, amenazas e intolerancia

Yo ya no estoy, pero se que muchas mujeres conseguirán la transformación de los valores que harán de éste un mundo mas cabal, 

Shatki, te recuerdo,  yo ya no estoy, se lo que has sufrido, pero tu castigo no deberá dormitar la contienda justa del humano que fortalezca al resto de mujeres a velar por tus sueños perdidos.

(Shatki, como otras tantas niñas de la India,  fue obligada a casarse a los 7 años y fue continuamente violada por su marido y la Policia:  
Su única declaración fue "Carezco de sueños").

 La Oficina Nacional de Registro de Crímenes reveló en 2011 que cada 20 minutos una mujer es violada en la India. 

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