
Se abren las mañanas miserables de cuerpos yacentes que refugian sus carencias en las mantas rayadas de quien saqueó sus vidas. Escaparates de bancos que muestran el vergonzante cobijo de aquellos que despojados encuentran su sueño en quien se los robó. Estrechez de la indigencia que calientan sus almas en las sopas de aquellos que mínimamente rebajan el frío de la noche.
No
hay luz que nutra la quimera de quien un día se levantó apenas amanecía, aquellos
que lucharon y forjaron de esperanza la crianza en sus senos.
Noches
en vela que resolvían la incómoda apretura de sus reducidos sueldos. Días de
movilizaciones y de luchas que buscaban el renacer de nuevas conciencias. Jornadas
de largo tejer doloridas conquistas. Pancartas de nuevas esperanzas, teñidas de
las sacudidas sobrecogidos por la descarga de aquellos que azotaban la quimera
del anhelo de la gestación futura.
No
hubo rendición, la fatiga fue compensada con la coronación del desvelar de la
razón. Generación sin remiendos, atados al atisbo de quienes murieron
apedreados por la alucinación de seres añejos. Ajados motivos, guardados en las
páginas de enciclopedias, recuerdos de bocados hechos a la madera, colgados en formas
de crucifijos, y que desvelan voces de miedo.
De
la mano, sin amputación de la valentía de quien recobra el sentido de la
atención de quien mira de frente y comprende la sensatez del pensamiento,
vislumbramos la consciencia del momento.
No
mas mentiras, ni zurcidos en la cordura. No hay ecuanimidad en las mantas
rayadas. No podemos rebajarnos al desprecio de un juicio a lo correcto, gentiles
causas que acunan el optimismo de los cuerdos.
Despojados,
despejados y fuertes, no hay distancia que desprecie aquello que conquistaron
las personas que ocupan esos cuerpos que cada noche guardan las estrechas
calles, aceras y cajeros.
No hay quien resista ya esos cuentos, de
estrecheces, de miseria, de recortes, de
maleantes, de ricos cada vez más ricos y de pobres cada vez más pobres, y que
esta vez sí comenzaron con “erase una
vez, aquello que conquistamos” y que ahora ya ni para comer perdices hemos
quedado.
Maldita
sea la hora en que la sin razón condujo al mapa de los tiempos a doblarse y
encontrarnos cara a cara con aquellas hojas de la enciclopedia que tanto
recuerda a la actual realidad. Maldita la maldad de quien no respeta al ser
humano, que desprecia por nación y castiga a quien no procede del mundo de la ilusión de esas mentes donde no
cabe el sosiego sino la vileza, la transgresión y la humillación.
Benditos
sean los lúcidos, los cuerdos, los locos y lo esperanzados y benditas las familias
que han transmitido buenos valores a aquellos que cambiaran la conciencia, despertando de sus sueños y levantando del suelo a los olvidados.
¿Quién
quisiera venir a oprimir el sagrado espíritu de la verdad?. ¿Quién después del
laberinto fétido del refugio del orín manchara de la savia pura de la luz el
camino de salida?.
Gracia por tus valores, gracias.
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