Oigo
la lluvia y me doy cuenta de que hay un universo sabio que permite que el agua
corra y se deslice libremente, nunca puedes contener el paso natural del agua,
sólo el hombre que vive con cadenas, encadena también al agua.
Mientras el sonido del agua hace trascender y
recobrar el sentido de la vida, nada es nuestro, nada es controlable, nada es
inmutable, nada es estable.
No puede haber canto, ni sonido, ni lucha que
contenga el arrullo del agua, susurra, susurra y si te dejas llevar te acompaña
a un estado conocido, en el que ya has estado y en el que volverás a estar,
otras lluvias, otras aguas, nada fluye igual, porque no es el mismo agua, ni el
mismo sonido, ni tú eres la misma.
No
hay una realidad eterna, no hay una realidad, no hay un mañana, todo es hoy y
hoy no es ayer, es hoy, y tus oídos no oyen igual, y tu olfato ha cambiado, hoy
huele a hoy, a mojado, pero a otro mojado, al del beso que alguien te dio cuando
partió hoy de viaje, y te abraza, con su ropa mojada y suspira un aire húmedo y
susurra algo que hoy es nuevo y te eriza la piel mojada, otra piel, que es la
de hoy. Huele a almendros, al perfume almizclado de aquel frasco que había en
tu cómoda olvidado y que un día fue fresco y hoy huele a algo que nada tiene
que ver. Tu piel ya no es la misma ni tú eres la misma.
Abrazo
largo, reposado, sin prisa, no hay perdida ni despido, hay momento para
abrazarse. Humedad, olor, susurro, la piel toca su piel que tampoco es ya la piel que ayer rozaba
mi cara. Hoy es otra piel.
No
puede haber despedida porque mañana será mañana y tú estarás en otro sitio y yo
aquí, y solo habrá distancia pero no despedida, eso fue abrazo, largo, eterno,
sentido, noto tu mentón apretando fuertemente mi cara.
Tu
pecho estruja mis senos que hoy se sienten descansados, se dejan estrujar sin
resistencia porque un día fueron tuyos y ya hoy son otros senos, ya no son
gentiles y airosos, ahora débilmente inclinados permiten que tu pecho se encaje
en el mío y noto tus huesos-
Tus
músculos que hoy sí son vigorosos, cual castillo, y tus brazos rodean todo mi cuerpo,
envolventes, compasivos, grandes y voluminosos. Oigo tu respiración, susurras
tu aliento en mi oído y respiras tu vida, vida que un día yo cree, pero que hoy
ya no es mi vida, es la tuya.
Acercas
tus labios húmedos a mi mejilla y me besas. La lluvia no puede acallar el
sonido de tus besos que uno tras otro repites como si ya hubiese olvidado el
primero.
Aprietas
tu frente contra la mía y siento tu altura, que encorvas para acercarte, y no
dices nada y yo callo, no hay nada que decir, tus células se unen a las mías,
quizás recuerden que un día salieron de mí.
Anidas
en mi frente y reposas en mis manos, pequeñas que ya no llegan a cubrir un mero
espacio de tu cuerpo, pero calan igual que el agua de la lluvia que cae sobre
nosotros y no importa, porque hoy nuestra piel está mojada. Pero es hoy y luego se secará .
Cada
uno somos uno que se resiste a separarse del otro, porque un día fuimos uno .
Hoy eres tú, ya no eres mi vida, ahora es tu vida, yo la gesté, y te la dono para
que esculpas tu hoy.
Abrázame
fuerte te transfiero mi legado, es tuyo, hoy estás cerca de mí, mañana será un
hoy y nos alejará la distancia, pero seguiremos juntos en el refugio que une nuestras
almas.
Susurras
de nuevo tu aliento y mezclado me donas
tus palabras, y me concedes, sin importarte quién escuche generosa vida que yo
oigo despacio, como para que no escape, para retenerlo hoy “te quiero mama,
como la trucha al trucho, como el mar al calamar y al petral” y no olvidarlo
mañana.
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